Sería necesario un
naufragio
de mil errores
para olvidar tu
nombre
que resuena como
campanadas
de domingo en la
profundidad
de mi alma,
te vi pasar en un
fragmento
de palabras
escurridizas
que quedaran
ancladas en mi memoria,
pincelando cada
centímetro
con su algodonada
antorcha,
una historia tan
real y,
fascinante para
los estímulos
del amor,
el silencio asomó
por mi tiempo,
recorriendo las
líneas de aquel cuento
que comenzara con…
Había una vez,
y, al internarme
en su desarrollo descubrí
que no contiene
final,
será posible que
en un fugaz estremecimiento
nos adentráramos a
lo incierto
¿Acaso sería una
historia real
o un cuento sin
moralejas?
Hojeé una y otra
vez sus páginas vacías
palpitando en la
niebla de sus letras
que se esfumaban
por el aire
y formaban
imágenes al vuelo
despidiéndose del
encierro
de su dura y
desvencijada
tapa en aquel rincón,
en ese, su lugar…
Vacío de
recogimiento
¿Dónde se ocultará
el viejo polvo,
y esa polilla
escurridiza que dormía a la orilla
de su crespúsculo
naciente,
si ya no estas
allí?
¡Ah, el pensamiento!
No nos deja vivir,
ni morir
sin contar con su
presencia
ni en el minúsculo
de los tiempos,
se relaja
desahogando sus palabras
en nuestras vulnerables
mentes,
no la puedo
encontrar, no…
la última página,
la del final,
acaso será una
historia real
o un cuento sin
moralejas…
Hoy y siempre te
extraño
aferrándome a mis
sentimientos
visualizo tu
imagen,
encontrándote
insinuante,
con tu rostro
interesante,
mirada callada,
la sonrisa mmm…
Recostada sobre la
cornisa,
despertando a la
vida
mis caricias
¿Dormidas?
Y, el relámpago de
tus retinas
cegando
afanosamente
mi mirada
obnubilada,
quizás…
Sea el sonido de tu
voz
sobre el perfil de
mi ventana
cuando entonas esa
canción
en la lontananza,
bajo la luz de una
estrella
sin nombre,
con inmensidad de
recuerdos,
no de la luna, no,
si de tu voz, que
habla de amaneceres
luego de
nostálgicas noches
ardientes en las
nevadas pieles
sobre el silencio
de almidonadas almohadas,
compañeras
inseparables de nuestros secretos,
perfilando el
pespunte de aquella sábana
que una vez
sudaras en un sueño,
acaso fue en abril
o enero,
no lo recuerdo muy
bien,
o quizás en marzo,
un treinta de
marzo quedaría muy bien
para obsequiar una
fecha
estimulante,
sin horarios no,
sin límites de
tiempo,
solo nos,
sumergiéndonos
en las reminiscencias
cuando decir te
amo
no era cuestión de
dolor
hoy te veo
irremediablemente irresistible.
Sin ti la luz se
tornó difusa,
cuando te busque
en la soledad de
la noche
entre viejas
melodías
al sonar de una
guitarra
que me recordara
tu ansiada
voz sobre la línea
de mi espalda
entre vértices
columpiándose
ciegamente por
encima, si,
por los niveles
delineados
entre insólitas
curvaturas
amaneciéndose en
el final
de un ocaso humeante
traslúcido de sal
en una enérgica
humedad
sin final, ni
principios
allí donde
estabas,
navegante
en la profundidad
del mar
saboreando la sal
de sus rocas
sobre la
majestuosidad de tus labios
al costado del
camino.
Serás la
impotencia
al no tenerte en
esta tarde gris
cuando mis retinas
te gritan
agobiadas,
desnudas de orgullo
sin vestimentas
aparentes
en la búsqueda
incesante
de tu abrigo
sobre la cornisa
de mi piel,
cuando la luz se
torna difusa
sin ti…