viernes, 28 de noviembre de 2014

La noche

La noche siempre me resultó nostálgica el sonido de las calles lentamente se va apagando, los motores dejan de soltar su smog, las fábricas detienen sus maquinarias, los pájaros descansan su trinar, solo algún perro viejo ladra a lo lejos.

La melodía de la vida entra en un receso invernal, todo se traduce en un silencio oscuro, el viento sopla suavemente, las hojas de los árboles se mecen al compás.


La noche está llena de soledad que aturde mis oídos sentirla sin vida, unas campanas se escuchan golpeándose entre ellas, algunas de metal otras de caña, y así la madrugada se abre paso entre las sábanas frías de tabúes, unas miradas se ven a lo lejos bajo la luz de una farola solitaria que espera inerte la llegada de la mañana y ver, una vez más sorprendida el amanecer del sol.


Amelia Orellano Bracaccini

jueves, 27 de noviembre de 2014

Sueño contigo

Te quiero en mis noches de infierno
en mis mañanas mojadas,
en la caricia de mi almohada,
en el roce de la toalla,
en el retén de mi sostén,
en el agua, que lava mi intimidad,


quiero amanecer en tu regazo,
confundida en tu abrazo, junto,
a la ambrosía de tu boca,
rociarme y llenarme con tu piel,
 de fruta fresca,
y reencontrarme,
 enardecida en tu mirada





Amelia Orellano Bracaccini





lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi eslabón

Se estremece mi mirada al ver tu sonrisa explayada

cuando dirijo de reojo mi reflejo hacia el espejo,

y te veo en mis pupilas grabado en mis retinas

tu rostro,

eres el expreso con destino al amor,

que despierta al mañana desde el hoy abriendo

sus alas hacia tu orilla donde tus pies cultivan

la sonrisa que me anima a seguir




Amelia Orellano Bracaccini

viernes, 21 de noviembre de 2014

Tu


Cuando el día nace
y su sombra se va cubriendo de luz,
la mañana se viste de seda en tu piel,
el viento abanica sus vestidos
esparciendo tu aroma
en el espacio de mis sentidos,

los suspiros se atolondran,
agolpándose para salir amedrentados
recorriendo la faringe en su calor,
golpeando fuerte, muy fuerte,
mis vestiduras, tu voz,

socavando palabras guardadas,
de mi boca amurallada
reservada para ti,
tu mirada, tu mirada,
tímida, cristalina,
humedeciendo mi desnudez.

De esa copa de vino…
Que no bebimos,
afloraron los deseos
mil caricias y un te quiero,
enterneciendo mi ser.

Has logrado, tú, perturbar mis días,
mis noches, cada uno de mis sueños,
conduciéndome a la irremediable locura,
desvaneciendo mis fronteras,
guiando a las estrellas en el camino
hacia tu amor…





Amelia Orellano Bracaccini

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hoy, como ayer

Un peldaño más otro peldaño, y la luna se aleja inevitable, con su rostro plano, que lo toco, lo acaricio, con mis manos sedientas de verano.


 Las horas y los días incorruptibles nos consumen en su interminable, pesado corroer, el infierno descendió sobre el cemento calcinando nuestros sentimientos, cuando te pienso, cuando renaces en mi mente, como un recuerdo, como una imagen, sobre aquel busto de piedra, mohecido entre laureles y rocas, una figura célebre, inolvidable al paso del reloj de arena, al ruido de los motores.


Siempre estás, en cada calle, cada esquina, en la sonrisa de la plaza, en la soledad de sus bancos, en la farola intermitente, desdibujada algo bizca, en los árboles, en la profundidad de su madera, en el núcleo de lo que fue su esencia, en el naciente y esperanzado brote, que ansioso desea nacer a la vida, y morir a su suerte.


Hoy como ayer quisiera escribirte, una y mil cartas, y la alegría rebota por las comisuras de los dedos zigzagueando chispazos en el interior de mi naufragio, un oleaje de mil palabras inunda mi espacio y en él, te mueves como un inmigrante pájaro facetado, que asciende y desciende entre la marea de mis ojos, mis pupilas que te observan admiradas,  mareadas de lujuriosa pasión, balanceándote estrepitosamente sobre mi hoja en blanco.


Soñé contigo noche antiguas, vestidos de lunas en un desierto de olvidos, yo te miraba, afanosamente y en la sombra de tus párpados, se dibujaban letras y un te amo, sonriente, me tomé de tu mano, besé sus falanges, rocé sus uñas, en mis silencios, para desaparecer en la neblina de tu boca, en la humedad de tu lengua, en la inmediatez de tu ternura, en el placer de un orgasmo verbal cuidado, venerado y deseado tantas pretéritas, y futuras mañanas, junto a la llegada del rocío, al despertar ambicioso y bullicioso de los gorriones mirones.


Sueño un sueño lejano, en un desconocido territorio donde una vez en el ayer, nos amamos dormidos, al calor de la sal de tu playa, con sabor a molinos y versos, excitados por el brillo de las estrellas y su incontable presencia.


Una melodía a lo lejos corre, llueve, a la velocidad del tiempo, despilfarrando estrofas, dilapidando aceras con sus nostalgias, una baldosa se mueve al compás, otras irreverentes  cuestionan su proceder refunfuñando ecos a lo bajo, una lágrima sonriente, caminando de prisa la pisa muy oronda, sin pretender comulgarse, ni arrepentirse sigue su paso…


Nuevamente hoy, como ayer, el cielo dibuja tu nombre en un sinfín de espacios nuevos, muy nuestros, y una voz de mi interior aflora sin pensar, vociferando a los cuatro vientos te quiero!





Amelia Orellano Bracaccini





lunes, 10 de noviembre de 2014

A fuego lento


Me recordarás cuando tu voz pronuncie mi nombre sin
pensarlo tú siquiera,
cuando tu piel reavive las cenizas no esparcidas al viento,
y sangres en lamentos por mi ausencia,
cuando las llamas ardan en tu cuerpo y tu boca sedienta
desfallezca de pasión por mis besos,
cuando por las noches la luna ilumine el vacío en nuestro
lecho sin encontrar, tú, consuelo,
cuando los nudos internos se hagan eternos, y los
silencios atormenten tus heridas,
cuando las cicatrices se agiganten y se nieguen a cerrase,
ahí sé, amor mío…

Me recordarás… ¡Lo sé, lo sé muy bien!

Porque así, mi alma te ha sentido, recorriendo cada noche en
la soledad de un cuarto oscuro sin olvidos, quemando  cada
centímetro de mi cuerpo, mis arterias reviviendo la inagotable
espera, lacerando con tu voz de arena mis oídos, enviándome
a las profundidades del infierno, con la sola idea de tus manos
acariciando mis dimensiones, en todas y cada una de las estaciones…


Me recordarás, porque marqué tu vida a fuego lento y seguro,
así como tu huella esclavizó la mía…


Amelia Orellano Bracaccini