jueves, 11 de septiembre de 2014

Esas otras voces

Hoy te vi con tu sonrisa mañanera, me miraste y sonreíste creando una ilusión un halo de protección en tus labios los cual mire, los observe mientras contagiabas tu alegría con esa mirada picara que solo la tienes tú, hice como si no te viera bajando la vista al instante en que mis mejillas ardían de manera acalorada, me hablaste con tu ingenuidad aparente me dijiste: - te sigo leyendo, y las palabras se atolondraron en su impaciencia por salir y solo dibujaron un, -gracias, camine el regreso a casa con una pregunta en mi mente:-¿Qué leyó? -¿Por qué dije gracias?

Nuevamente desciendo a mi realidad y su recuerdo tan lejano viene adueñarse de todo, él, que nunca está que todo lo tiene en mí, sin tener, en su vacío de cristal todo me lleva hacia él, a sus  ausencias, rebanadas de tiempos migajas compartidas.
Le dije: - hola, a la misma hora en que asumía su presencia en otros -holas, y mis tímpanos de silencios escucharon atentos la voz de la nada.
Su voz se pierde en el mar, un tapiz de diamantes azules separa nuestras manos y nos aleja cada vez más.  

Sus ecos no me alcanzan aun ruborizándome porque siempre estará su presencia ahogándome en lo más hondo, seré por siempre una eterna  suicida del amor, porque mi mirada me dirige a lo lejos, hacia su tierra mágica  y los demás solo recibirán ese gesto inexplicable casi hipócrita y mentiroso.


Pero lo cierto es que tres palabras lograron por un momento que no pensara en él, y pude sentir la tibieza de otras voces acariciando mi alma…


Amelia Orellano Bracaccini




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