La tarde me
reclama en una pausa interminable
mientras el
viento descubre melodías en mis cabellos.
Un
sentimiento de nostalgias arremete sus cristales;
frágiles
recuerdos de su voz
desparramados
por la cornisa, sus ecos me paralizan
y los sueños
vívidos, ferozmente intensos, se tambalean
en las aceras
de mis cimientos.
Estás ahí,
como el vendaval, azotando mis fronteras,
tierno amor
de primaveras,
agonizando
mis silencios porque...
¿Porque todo lo llenas, abarcándolo todo?
Eres cual
retoño frágil, tierno, sumamente noble
donde
deposito mis inviernos y ardo en tu verano;
de la mano
del amor, un dolor desgarrante arremete.
Te llamo y
vienes a calmar mis ansias;
con la
sutileza de un caballero, reavivas las llamas
cual enero
con su calor de fuego...
¡Ay, mis ojos
que te vieron!
¡Ay, mis
aguas que se amansan!
Rendidos y en
calma mis sentidos
la melancolía
es un pasado.
Amelia
Orellano Bracaccini
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